Los mapas
del tiempo
La predicción del tiempo es muy importante para el
desarrollo de las actividades humanas, principalmente para la agricultura y el
tráfico marítimo y aéreo. En España, la Agencia Estatal de Meteorología elabora
cada día el mapa del tiempo a partir de los datos recibidos en algunas
estaciones (gracias a instrumentos como el barómetro, el pluviómetro, etc.) y
la fotografía enviada por el satélite Meteosat.
Generalmente, se usan dos tipos
de mapas: mapas con dibujos y mapas de isobaras. En los mapas con dibujos se
emplean símbolos pictográficos (es decir, que representan las cosas de forma
parecida a como son en la realidad); por ejemplo, se indican las zonas donde habrá
tiempo despejado mediante un sol, el cielo cubierto mediante una nube, las
tormentas con un rayo, etc.
En los mapas de isobaras se unen con líneas los
puntos que tienen igual presión atmosférica. En ellos se distingue entre áreas
de alta presión, que se denominan anticiclones y se señalan con una A, y áreas
de baja presión, que se denominan borrascas y se señalan con una B. Las altas
presiones dan lugar, en general, a un tiempo estable y las bajas presiones, a
un tiempo inestable y lluvioso. También se representan los frentes, que son
líneas de contacto entre dos masas de aire de características distintas. Los
frentes pueden ser cálidos y fríos. Los cálidos se asocian, normalmente, a un
tiempo estable; y los fríos, a un tiempo perturbado.
Las zonas
climáticas del mundo
En nuestro planeta existen tres zonas climáticas
diferentes como consecuencia del desigual calentamiento: las zonas polares, las
zonas cálidas y las zonas templadas. Esta circunstancia permite hablar, a
escala global, de climas fríos, cálidos y templados.
Las zonas frías están
situadas una en cada hemisferio, dentro de los círculos polares. En estas
zonas, la insolación es mínima, pues los rayos solares llegan casi
tangencialmente a la superficie. Las zonas frías tienen un clima polar, donde
se dan las temperaturas más bajas de la Tierra. Ningún mes supera los 10º de
temperatura media y las precipitaciones son casi inexistentes.
La zona cálida
se encuentra al norte y al sur del ecuador, entre los dos trópicos. En ella, la
insolación es máxima, porque los rayos solares inciden casi verticalmente. En
la zona intertropical, la temperatura media del mes más frío es superior a 18º.
Las zonas templadas están situadas una en cada hemisferio y se extienden desde
los trópicos hasta los círculos polares. En estas latitudes, los rayos solares
se reciben oblicuamente. Los climas de esta zona se caracterizan por la
sucesión de cuatro estaciones, con diferencias notables de temperaturas y
precipitaciones entre ellas.
Prevenir las inundaciones no siempre es fácil. Sin
embargo, se han desarrollado mecanismos para tratar de hacerlo. Por ejemplo, se
han construido embalses para controlar la capacidad de desagüe de los cauces fluviales.
Además, el curso de algunos ríos ha sido desviado para alejar el peligro de las
ciudades, como en Valencia o en Sevilla, o incluso se han canalizado cursos
fluviales, como el Segura. En lo que respecta al riesgo de inundaciones
marinas, se han construido diques para controlar las aguas. La predicción
meteorológica alerta igualmente de posibles riesgos de inundaciones.
El riesgo de
inundaciones
Las inundaciones se producen cuando el agua invade
zonas que generalmente están secas. Lo más frecuente es que surjan como consecuencia
de lluvias intensas, del desbordamiento de ríos o ramblas o de la subida brusca
de la marea. En la zona mediterránea es característico el fenómeno de la gota
fría, que se produce cuando el aire a baja temperatura de las capas medias y
altas de la atmósfera choca con el aire cálido y húmedo que asciende del mar.
Este fenómeno causa precipitaciones intensas e inundaciones.
Las inundaciones suelen tener graves consecuencias.
El desbordamiento de los ríos arrasa las cosechas y causa serios daños en las infraestructuras
cercanas, como puentes, carreteras, viviendas…, e incluso accidentes mortales
provocados por la fuerza de las aguas.
Los vientos
de nuestro país
Los vientos son uno de los factores que influyen en
el clima. En España no suelen ser muy fuertes, sus velocidades raramente
superan los 50 km/h, aunque en ocasiones se observan rachas superiores a los
180 km/h. Estos son algunos de los vientos más frecuentes:
Cierzo: Se da en el Valle del Ebro y es un viento
seco que presenta rachas que en ocasiones superan los 100 km/h.
Galerna del cantábrico: Es un temporal de viento y
lluvias que se forma súbitamente en algunos días calurosos.
Alisios: Vientos frescos y cargados de humedad que
chocan contra la vertiente norte de las islas Canarias.
Levante: Viento del este que se da en el estrecho
de Gibraltar, Mar de Alborán y Murcia.
Lebeche: Se da en la costa murciana y alicantina.
Es un viento del suroeste muy húmedo que arrastra polvo del Sahara.
Poniente: Este viento sopla desde la costa
portuguesa hacia la Península, arrastrando borrascas atlánticas.
Solano: Viento cálido que sopla del este en
Castilla-La Mancha y Extremadura.
Tramontana: Propia de las Islas Baleares y de
Cataluña, es un viento frío y turbulento que viene del norte.
El clima
urbano
La ciudad constituye la forma más extrema de
transformación del paisaje natural, pues llega a modificar incluso el clima,
dando lugar a lo que se conoce como isla de calor.
Las grandes ciudades generan
un clima propio debido a diversos factores. Por un lado, son enormes
extensiones de edificios altos, que suponen un freno a los vientos; además, el
asfalto de las calzadas y calles retiene el calor durante el día y lo libera
por la noche; la falta de grandes extensiones verdes contribuye también a
alterar el clima.
A estos factores hay que sumarle la presencia de
millones de seres humanos y sus actividades: transporte, industria, residuos,
gases expelidos a la atmósfera, calefacciones y aire acondicionado, etc. En
general, en la ciudad se dan temperaturas más altas que en el entorno y el
fenómeno es más notable cuanto mayor es el tamaño de la ciudad. Casi podemos
hablar de un efecto invernadero particular dentro del efecto invernadero propio
del planeta.
La ciudad ocasiona, además, que el período frío del invierno sea
más breve y que el verano se alargue, disminuyendo las diferencias climáticas propias
de las estaciones intermedias, es decir, otoño y primavera.
El cambio
climático y el Premio Nobel de la Paz
La idea de que el deterioro de la Tierra es culpa
de la actividad humana, de la explotación desaforada de los recursos naturales
y de la contaminación a la que sometemos a la atmósfera, las aguas y el suelo, se
ha implantado en la conciencia de buena parte de los ciudadanos.
En 2007, el
Premio Nobel de la Paz fue otorgado conjuntamente a Al Gore y al Panel
Intergubernamental sobre el Cambio Climático como muestra de esta creciente concienciación.
A menudo, el mensaje de los ecologistas suena a tremendismo y pesimismo, pero
es necesario comprender que ese futuro ya ha llegado y sus efectos son visibles
y palpables.
Los aviones
modifican el tiempo atmosférico
Tras los atentados del 11S en Nueva York, el
espacio aéreo americano permaneció cerrado al tránsito de aviones durante
varios días. Esto permitió a los expertos en el clima estudiar las posibles
variaciones que se producían en el tiempo atmosférico de Nueva York y sus
alrededores y de hecho se constató un cambio real en las zonas más transitadas
por las rutas aéreas. La diferencia entre las temperaturas diurnas y nocturnas
fue más acusada durante esos días.
Y es que el efecto de las estelas de los aviones
provoca cambios en el tiempo atmosférico, especialmente en las zonas cercanas a
los aeropuertos o en las que se encuentran las rutas con tráfico más intenso.
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